La Alcaldía de Bogotá radicó ante la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca, CAR, la propuesta para hacer realidad la reserva Van der Hammen. Una reserva más grande y mejor conectada que la que hoy está planeada, una que recupera los humedales y los bosques; una reserva que será pública, donde todos los ciudadanos puedan disfrutar de la naturaleza.
Después de 14 meses de estudios científicos, técnicos y ambientales, la Alcaldía presentó uno de los proyectos de restauración ecológica más ambiciosos de la historia. De ser aprobado por las autoridades ambientales, la hoy reserva contemplada en documentos no solo pasará del papel a la realidad, sino que tendrá más bosque, recuperará los humedales y creará mejores flujos de agua, en terrenos que en su gran mayoría serán públicos.
Para el alcalde Enrique Peñalosa “lo más importante de esta propuesta es que la reserva va a ser de propiedad pública y acceso público para siempre, para todos los ciudadanos, sin importar sus niveles de ingresos. Estamos muy orgullosos además porque tendrá más de 1.300 hectáreas de bosques, humedales y parques públicos, conecta mucho mejor los cerros y el río (Bogotá), según los estudios que se han hecho, recupera los sistemas hídricos y es algo revolucionario, porque la pagan los dueños de la tierra”.
El documento que la Alcaldía presentó a la CAR es una alternativa mucho mejor que la vigente para que las autoridades ambientales la estudien y la aprueben. Esta reserva propuesta es más grande y funciona mejor, gracias a los siguientes seis puntos:
La reserva hoy está por hacerse. El plan de manejo que existe en la actualidad establece que el 7,8 % es de conservación. El resto corresponde a actividades agrícolas, colegios, clubes y barrios residenciales. El mismo plan define que solo 634 de sus 1.396 hectáreas se convertirían, si se consiguen los recursos que no está claro de dónde debían provenir, en una verdadera reserva forestal. Las 762 hectáreas restantes quedarían en manos privadas para siempre, en usos agrícolas, educativos, residenciales y recreacionales, dando acceso solamente a un grupo privilegiado de la población que puede pagar por estos servicios.
En otras palabras, el 55 % sería privado y no generaría hábitats ecológicos. El otro 45 % requeriría de una gran inversión pública para la compra de tierra, la siembra de bosques y la rehabilitación de humedales, sin generar la conectividad entre ecosistemas.
Este proyecto presentado a la CAR permite conectar la ya existente reserva forestal de los Cerros Orientales con el río Bogotá, todo por entre grandes corredores ecológicos de bosques y humedales. Permite no solo conservar, sino también recuperar el humedal Torca Guaymaral, el humedal de La Conejera y la quebrada La Salitrosa.
El Bosque de Las Mercedes será parte de un gran espacio natural de 136 hectáreas, 12 veces el área actual. Quedará conectado con el humedal La Conejera, el cerro La Conejera, la quebrada La Salitrosa, incluso con los Cerros Orientales y el río Bogotá. Será un hogar apto para las especies nativas.
El nuevo proyecto significa restaurar 1.104 hectáreas de zonas ambientales, equivalentes en tamaño a diez veces el parque Simón Bolívar. Estos tendrán el agua, la vegetación y el alimento para los animales, pero también espacios para que los niños y adultos puedan disfrutar de la naturaleza.
Incluso conecta hasta el Cerro del Majuy. Esto es algo revolucionario y permitirá conectar el páramo de Sumapaz con el páramo de Guerrero. La fauna y las semillas podrán pasar más allá de los límites de Bogotá, conectando estos ecosistemas.
Con el mecanismo diseñado para Lagos de Torca, que ya ha recaudado 90 hectáreas gratis en dos meses, los recursos de los contribuyentes se podrán utilizar en las zonas de la ciudad existente. Las áreas nuevas de la ciudad deberán ser financiadas por los dueños de la tierra a través de este mecanismo, sin recurrir a recursos públicos. Así, se reciben las ganancias del desarrollo urbano y se dejan invertidas en la propia reserva, las vías y demás infraestructuras que la ciudad necesita.
La zona declarada como reserva productora hoy es privada y solo le presta servicios al segmento medio-alto de la población que tienen los recursos para pagar por ellos, no a las familias vulnerables que más la necesitan.
En contraste, el 68 % de los hogares ubicados en el área vive en condición de pobreza. El 79 % de la población, rodeada de colegios privados, no ha terminado su bachillerato y el 80 % de los suelos está en las manos de tan solo el 18 % de los propietarios.
El proyecto busca una reserva equitativa, donde todos los ciudadanos se encuentren como iguales sin importar su nivel de ingresos. Por eso, con esta propuesta más del 80 % de la reserva será pública y en ella habrá ecosistemas conservados, corredores ambientales, paisajes y un complemento de áreas verdes para los deportistas.
La propuesta es diseñar las vías que se necesitan para descongestionar el norte de la ciudad, pero de manera que se asegure la conectividad ecológica. Para esto es necesario elevarlas y permitir novedosos pasos para mamíferos, reptiles y peces que conectarán el nuevo sistema de humedales.
Para las aves habrá pasos ecológicos elevados sobre las vías, un proyecto novedoso que contará con un diseño de la arborización que le permite a las aves perchar de forma segura y atravesar la vía a suficiente altura.
Pero más allá de las bondades ecológicas, la propuesta integral de largo plazo también permitirá ahorrarles a los bogotanos y a los habitantes de los municipios aledaños un millón de horas al día en desplazamientos, pues se realizarán las adecuaciones que viene demandando la ciudadanía para aliviar los ingresos y salidas de la ciudad por el extremo norte.
El objetivo también es frenar la migración de bogotanos a municipios aledaños, lo que imposibilita la cobertura con transporte masivo y fomenta el uso de más y más vehículos particulares. Además, ese crecimiento urbano que se está produciendo fuera de Bogotá ocupa hasta diez veces más suelo de sabana por habitante.
En cambio, con el proyecto que el Distrito radicó, se evitará la emisión de 1,8 millones de toneladas de gases de efecto invernadero al año. Estas cifras se estiman de acuerdo con el análisis de distancias de desplazamiento, los medios de transporte utilizados y la velocidad promedio, que comparan un escenario sin vías (en el que Bogotá continúa expandiéndose en los municipios vecinos) y un escenario con vías en el que Bogotá ordena su crecimiento cerca de los lugares de trabajo y estudio.